¿Dónde está la bolita?
Vamos a recorrer un camino. ¿Cómo funciona la mente? ¿Qué es
lo que ocurre dentro de ti para que decidas hacer todo lo que haces? Esta
simple pregunta ha alimentado la psicología, prácticamente, desde su comienzo.
Los primeros fueron los psicoanalistas (analizan la psico,
la mente), quienes pensaban que nuestras manías, nuestros problemas mentales y
nuestras virtudes se debían a “peleas” dentro de nuestra mente entre diferentes
partes de nosotros mismos que se aprendían cuando éramos pequeños (desde que
nacemos hasta los 5-7 años). De esta forma, algunas partes se encargarán de
darnos vidilla (sexo, drogas y rock and roll) y otras de ponernos normas
(normalmente, suelen ser ideas que nos enseñan nuestros padres). A conflictos
más tempranos, peores consecuencias.
Entonces aparecieron en el tablero otras personas, los
conductistas (estudian la conducta). Lo que hicieron se parece bastante a lo
que piensan los adolescentes. ¡Voy a romper con todo, no me creo nada! Así,
decidieron que dentro de la persona no podía haber nada, porque no se podía
ver. ¿Quién ha visto alguna vez al inconsciente? Como nadie les respondía con
convicción decidieron agarrarse de la mano de su hermano mayor, LA CIENCIA. Así
decidieron, como si de la física más purista se tratase, que lo que no se podía
ver, no podía determinar nuestra forma de ser. Entonces, ¿Qué hacemos? –preguntó
un conductista a otro. Analizar que ocurre justo antes y después de tus acciones,
de hecho ¿Si te doy un kínder bueno, limpiaras los platos? –preguntó el otro
conductista. Seguramente. Hostias, pues he cambiado tu acción con una
consecuencia, llamémoslo refuerzo (porque te recompenso) y a partir de aquí
sacamos toda una teoría, ¿te parece? OK –dijo el primer conductista.
En ese momento saltó una chispa y aparecieron los
cognitivistas (estudian la cognición, lo que ocurre dentro de la mente). Creían
que no podía ser todo tan fácil como dar y quitar caramelos y chocolatinas,
decidiendo quitarle la piruleta al niño conductista. Los conductistas se
enfadaron. Se comenzaron a crear los ordenadores, y todo lo que estaban
empezando a estudiar los cognitivistas cuadraba a la perfección. Los estudios
sobre la atención humana, la memoria, ¡todo funcionaba a la percepción con las
máquinas! Pero… Me cachis. Estábamos estudiando al ser humano, no a las
máquinas. Hum… En ese momento, los cognitivistas decidieron comenzar a aplicar
a los problemas del ser humano todo lo que habían aprendido en sus experimentos
con ordenadores, pero se enfrentaron al hecho de que si quieres cambiar a alguien, aunque
sea para ayudarle, un kínder bueno nunca viene mal para hacerle cambiar de
opinión. Entonces decidieron juntarse con unos antiguos amigos a los que les
habían hecho un pequeño feo. Sí, hicieron las paces con los conductistas. Así
apareció la corriente cognitiva-conductual (estudian la mente y la conducta,
una mediante la otra y la otra mediante la una).
Ahora mismo son los cognitivo-conductuales los que manejan
el juego, aunque no son pocos los que intentan combatirles con buenos
argumentos, como ocurre con los sistémicos, seguidores de la tercera generación
y otras corrientes que quizás expliquemos en futuros artículos. Como podéis
ver, más que una historia de una disciplina, lo que parece es una discusión
donde todos creen llevar la razón, o más bien un juego donde debes adivinar
debajo de qué vaso está la bolita. ¿Habrá solución a esta historia? ¿Vendrá
alguien a poner un punto y final a esta historia? Yo no voy a ser quien lo
ponga… por ahora
Salvador Moreno
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